Vivimos en una era extraña, amigos. Una en la que los grandes tanques de la industria, los triple A con presupuestos que harían sonrojar a un país pequeño, copan todos los titulares. Y de repente, sin hacer ruido, llega un pequeño indie desarrollado por un estudio que, hasta ayer, no conocía ni el tato y lo pone todo patas arriba. Esto es exactamente lo que ha pasado con Effulgence, un RPG que ha reventado los tops de Steam con una propuesta tan rara como adictiva: aquí, tus armas no son espadas ni hechizos de fuego, son las propias palabras. Y creedme, es una de las cosas más frescas que hemos jugado en años.
¿Pero qué es esta maravilla? Desentrañando Effulgence
A primera vista, Effulgence parece un RPG isométrico con un arte pixel-art precioso, muy cuidado, pero que no inventa la rueda. El truco, la magia, está en su sistema de combate. Olvídate de machacar botones. Aquí, para atacar, defenderte o lanzar una habilidad, tienes que escribir. Sí, has leído bien, escribir. El juego te lanza enemigos y, bajo ellos, aparece un campo de texto. Tu misión es teclear palabras correctas para materializar sus efectos. ¿Escribes «Fuego»? Lanzarás una pequeña bola de fuego. ¿Pero qué pasa si escribes «Incandescencia»? Pues que desatas un infierno en la pantalla que ya lo quisiera para sí el mismísimo Balrog.Esta mecánica, que los desarrolladores han bautizado como “Leximancia”, es el corazón de la experiencia. La complejidad y la longitud de la palabra determinan la potencia del efecto, convirtiendo cada combate en un examen de vocabulario y velocidad de mecanografía a vida o muerte. Es, sencillamente, genial.
Una historia escrita con un mimo exquisito
Y claro, una mecánica tan potente necesita un mundo que la respalde. La historia de Effulgence nos sitúa en el mundo de Alfabia, una tierra cuya magia y existencia emanan del Lenguaje Primigenio. Pero una fuerza oscura conocida como «El Murmullo» está borrando las palabras, sumiendo al mundo en un silencio amnésico y mortal. Nosotros encarnamos a uno de los últimos Escribas, capaces de recordar y blandir el poder de la palabra para restaurar el orden.No os voy a engañar, la premisa no es que vaya a ganar un Nobel de literatura, pero está tan bien integrada con la jugabilidad que te atrapa sin remedio. Ver cómo, al derrotar a un jefe, recuperas la palabra «Valentía» y esta se manifiesta en el mundo desbloqueando nuevas habilidades o diálogos es una gozada. Es poesía hecha videojuego.
El porqué de un éxito que nadie vio venir
En un mercado saturado de secuelas, remakes y fórmulas que se repiten hasta la náusea, la originalidad de Effulgence es un soplo de aire fresco. Es un juego que no te toma por tonto. Te exige habilidad, concentración y, por qué no decirlo, tener un diccionario a mano de vez en cuando. La satisfacción de vencer a un enemigo no viene de un grindeo absurdo de niveles, sino de tu propia destreza. De escribir «Paralelepípedo» en 2.3 segundos mientras esquivas tres proyectiles. Es una recompensa que se siente ganada.Además, el juego se ha convertido en un fenómeno en plataformas como Twitch. Ver a tu streamer favorito sudar la gota gorda para escribir «esternocleidomastoideo» mientras le persigue un dragón es, simplemente, contenido de primera. Ha generado una comunidad sanísima, que comparte palabras raras, compite en marcadores de velocidad y se ríe de los fallos garrafales que acaban con un personaje de la forma más tonta.
No es oro todo lo que reluce (o se escribe)
A ver, que nadie se me confunda. Pese a que estoy enamorado del concepto, Effulgence no es perfecto. El juego tiene una curva de dificultad que, en ocasiones, parece una pared vertical. Hay picos de frustración que pondrán a prueba la paciencia del más pintado, especialmente cuando el juego decide que es un buen momento para pedirte sinónimos de «inefable» en mitad de una horda de enemigos.Además, aunque el sistema es brillante, puede llegar a sentirse algo repetitivo en su tramo final si no conectas del todo con la propuesta. Y seamos sinceros, la interfaz, aunque funcional, tiene ese aire de «lo hemos hecho con cuatro duros y mucho amor» tan típico de los indies. No es un drama, pero ahí está.

