Tus juegos pueden desaparecer: La eliminación de Condemned Criminal Origins abre un debate CRÍTICO
En un mundo cada vez más digital, la posesión de nuestros videojuegos se vuelve una ilusión. El caso de este clásico de culto es la gota que colma el vaso y nos obliga a preguntarnos: ¿somos dueños de lo que compramos?
El día que un clásico del terror se desvaneció en el aire
Imagina la escena: es una noche oscura, de esas que invitan a desempolvar un buen juego de terror. Buscas en tu biblioteca digital ese título que te dejó sin aliento hace años, Condemned: Criminal Origins, pero cuando intentas comprarlo para un amigo o simplemente revivir la experiencia, te topas con un muro. «Este artículo ya no está disponible en la tienda». Sin previo aviso, sin explicaciones. Poof. Desaparecido.
Esto no es una pesadilla, es la cruda realidad que vivieron miles de jugadores cuando, en la víspera de Halloween, el aclamado juego de Monolith Productions fue retirado de Steam y la Xbox Store. Un título considerado por muchos como un clásico de culto del survival horror, famoso por su atmósfera opresiva y su brutal combate cuerpo a cuerpo, se ha convertido en un fantasma digital. Para los nuevos jugadores, es como si nunca hubiera existido.
¿La razón? Silencio administrativo. Ni SEGA (la editora) ni Warner Bros. (dueña de la ya extinta Monolith) han dado una explicación oficial. Se especula sobre licencias caducadas, el cierre del estudio desarrollador o incluso la posibilidad —la más optimista y casi irónica— de que se esté preparando una remasterización. Pero mientras tanto, la realidad es que una pieza importante de la historia del videojuego ha sido secuestrada de las estanterías digitales.
No es un caso aislado, es la punta del iceberg de la propiedad digital
Lo de Condemned duele, sobre todo a los que recordamos la tensión de recorrer sus escenarios mugrientos armados con una tubería, pero seamos sinceros: no es la primera vez que pasa, ni será la última. Este incidente es un síntoma de una enfermedad mucho más grave que afecta a la industria: la fragilidad de la propiedad digital. ¿Cuántos juegos han desaparecido de las tiendas por problemas de licencias musicales, como le ocurrió temporalmente a Alan Wake? ¿O por decisiones comerciales, como cuando Ubisoft intentó que Assassin’s Creed: Liberation fuera inaccesible incluso para quienes lo habían comprado?
La dolorosa verdad, amigos míos, es que cuando hacemos clic en «comprar» en una tienda digital, no estamos adquiriendo un producto. Estamos, en el mejor de los casos, alquilando una licencia de uso revocable. Una verdad incómoda que iniciativas como «Stop Killing Games» han intentado llevar hasta el Parlamento británico, aunque con poco éxito. La respuesta de los gobiernos y las corporaciones suele ser la misma: los juegos son «servicios dinámicos», no bienes estáticos, y su mantenimiento eterno es inviable. Una excusa que, seamos honestos, suena a «es nuestro y hacemos con ello lo que queremos».
¿Qué significa esto para nosotros, los jugadores?
Significa que nuestras bibliotecas digitales, esas que hemos construido con tanto esfuerzo y dinero, son castillos de naipes. En cualquier momento, una disputa legal, un cambio en la estrategia de una compañía o el simple paso del tiempo pueden hacer que uno de nuestros juegos favoritos desaparezca para siempre. Nos convierte en meros inquilinos de nuestra propia cultura.
Este modelo no solo afecta a los consumidores, sino que ataca directamente a la preservación del videojuego como medio artístico. ¿Qué pasará dentro de 50 años cuando alguien quiera estudiar la evolución del terror interactivo? Si seguimos por este camino, títulos como Condemned solo existirán en los recuerdos de unos pocos y en los mares turbulentos de la emulación y la piratería, que, irónicamente, se convierten en los únicos archivos fiables ante la desidia de los propietarios de los derechos.
Un futuro incierto y la responsabilidad de preservar nuestra historia
El caso de Condemned: Criminal Origins no debería ser una anécdota, sino una llamada de atención. Es un debate crítico sobre qué significa «poseer» algo en el siglo XXI. Nos obliga a exigir más transparencia a las compañías y a apoyar plataformas que, como GOG en muchos casos, luchan por ofrecer juegos libres de DRM.
Mientras tanto, si tienes una copia de Condemned en tu biblioteca, cuídala. Guárdala como lo que es: una reliquia, una pieza de un museo digital que, por decisión de otros, ha cerrado sus puertas al público. Y la próxima vez que vayas a comprar un juego en formato digital, recuerda que, quizás, solo estás pagando por un recuerdo que podría desvanecerse.

