La noticia ha caído como una bomba en la industria, de esas que te dejan aturdido frente a la pantalla pensando si lo que acabas de leer es real o el titular de un universo paralelo. Pero no, es tan real como el próximo pase de batalla de Apex Legends: el Fondo de Inversión Pública (PIF) de Arabia Saudita se hace con Electronic Arts. La cifra es de las que marean, 55 mil millones de dólares, un movimiento que no solo redibuja el mapa del entretenimiento digital, sino que nos obliga a preguntarnos, con el ceño fruncido y el mando en la mano: ¿está en peligro el futuro de nuestros videojuegos?
El dinero no da la felicidad, pero compra estudios de videojuegos
Seamos sinceros, que Arabia Saudita está metiendo cantidades absurdas de dinero en el gaming no es ninguna novedad. Su estrategia, enmarcada en el plan Vision 2030, busca diversificar su economía para no depender exclusivamente del petróleo. Y oye, han visto un filón en nuestro hobby. El PIF, a través de su brazo inversor Savvy Games Group, ya tenía participaciones importantes en gigantes como Nintendo, Capcom, Take-Two y Activision Blizzard. Eran el vecino rico que compra acciones de todas las tiendas del barrio. Ahora, han decidido comprar el centro comercial entero.
La adquisición de EA es, sin embargo, un golpe sobre la mesa de otro calibre. No hablamos de una participación minoritaria, hablamos del control total sobre un coloso que maneja licencias como EA Sports FC, Apex Legends, Battlefield y Los Sims. Franquicias que, para bien o para mal, forman parte del ADN de millones de jugadores. La pregunta es obvia: ¿qué cambia cuando el dueño del balón tiene una visión del mundo… digamos, particular?

El elefante en la habitación: ¿Censura a la vista?
Aquí es donde a uno se le tuerce el gesto. Arabia Saudita no es precisamente un ejemplo de libertades. El país criminaliza la homosexualidad, tiene un historial más que cuestionable en derechos humanos y aplica una censura estricta sobre cualquier contenido que considere contrario a sus valores. Ya hemos visto cómo han prohibido en el pasado juegos como God of War o The Last of Us Part II por motivos que en occidente nos parecerían absurdos, como la violencia, referencias a credos no islámicos o, por supuesto, la inclusión de personajes y temáticas LGBTQ+.
Ahora pensemos en EA. Una compañía que, con todos sus defectos y su amor por las microtransacciones, ha dado pasos hacia la inclusión. Hemos visto campañas como «Rainbow Laces» en FIFA (ahora EA Sports FC) en apoyo a la comunidad LGBTQ+, o la posibilidad de crear relaciones del mismo sexo en sagas como Mass Effect o Dragon Age. ¿Qué pasa con todo eso ahora? ¿Veremos desaparecer las banderas arcoíris de los estadios virtuales? ¿Se acabaron los romances diversos en los RPG de BioWare?
El CEO de Savvy Games, Brian Ward, un ex-ejecutivo de Activision, asegura que operan con «carta blanca» y que no harán nada diferente por estar basados en Riad. Pero, permíteme que lo dude. Una cosa es tener acciones y buscar rendimiento financiero, y otra muy distinta es ser el propietario absoluto. La tentación de «sugerir» cambios para alinear los productos con la imagen y los valores del país puede ser demasiado fuerte. Y en el mundo corporativo, las «sugerencias» del jefe suelen ser órdenes.
Un futuro de «Sportswashing» y microtransacciones
La estrategia de Arabia Saudita ha sido calificada por muchos como «sportswashing», un intento de lavar su imagen internacional a través de inversiones en entretenimiento y deportes. Y ahora, con la compra de EA, podríamos estar ante el nacimiento del «gameswashing». Quieren convertirse en un centro mundial para la industria y los esports, creando miles de empleos y atrayendo talento.
¿Qué podemos esperar en nuestros juegos? En el mejor de los casos, nada. En el peor, una progresiva y sutil censura. Quizás no veamos cambios drásticos de la noche a la mañana, pero sí una paulatina desaparición de contenidos «conflictivos». Una progresiva desertificación cultural en sagas que, nos gusten más o menos, eran un reflejo (a veces torpe, a veces acertado) de la sociedad que las creaba.
Lo que probablemente no cambiará, e incluso podría intensificarse, es el modelo de negocio de EA. Si algo sabe hacer el capital es generar más capital. Podemos esperar que los sobres de Ultimate Team sigan tan presentes como siempre y que las mecánicas de monetización en sus juegos como servicio no hagan más que perfeccionarse. Al final del día, el objetivo es la rentabilidad, y en eso, tanto EA como el PIF hablan el mismo idioma.

