Parece que volvemos a las andadas, ¿no? Como si estuviéramos atrapados en un bucle temporal en la pizzería de Freddy Fazbear, la historia se repite. La secuela más esperada por una de las comunidades más fieles del planeta, Five Nights at Freddy’s 2, ya está entre nosotros y, como era de esperar, la crítica especializada ha vuelto a afilar sus cuchillos. Los titulares son un poema: «más de lo mismo», «un guion que no entiende el terror», «solo para fans». Y yo me pregunto, mientras me ajusto los cascos y me preparo para grabar el podcast de la semana: ¿de verdad esperaban otra cosa? ¿Acaso no entendieron nada la primera vez?
Crónica de un «Fracaso» Anunciado (por los de Siempre)
Seamos sinceros. La primera película de FNAF fue un fenómeno que pilló a contrapié a toda la prensa tradicional. Mientras ellos la destrozaban, la taquilla echaba humo gracias a una legión de fans que, simplemente, querían ver en pantalla grande aquello que llevaban una década amando. Ahora, con la secuela, el patrón se calca. Los análisis «serios» le achacan una trama enrevesada para el neófito, un ritmo que prioriza el lore sobre la tensión y un terror que, según ellos, nunca llega a explotar.
Y sí, quizá tengan parte de razón. La película, admitámoslo, no es El Exorcista. No ha venido a reinventar el cine de miedo. Su objetivo es otro, uno mucho más personal y, me atrevería a decir, más honesto: ser una carta de amor a su comunidad. Cada escena está plagada de guiños, cada nuevo animatrónico —ver a los Withered en acción es una gozada, digan lo que digan— está recreado con una fidelidad pasmosa. ¿Que la trama sobre William Afton y las almas de los niños puede ser un galimatías para quien llega de nuevas? Pues claro, amigo, como si intentas empezar a ver Marvel con la última de los Vengadores. Esta película no te coge de la mano, asume que ya vienes con los deberes hechos de casa.
La Taquilla no Miente: El Veredicto que Importa
Pero aquí viene lo bueno, el giro de guion que a Hollywood le encanta y a la crítica le desconcierta. Mientras las webs de reseñas echan pestes, los cines se llenan. Los grupos de fans hierven de teorías, de análisis de cada easter egg y de alabanzas a la aparición de personajes clave que no mencionaré para no arruinar la sorpresa (aunque si digo «Puppet», a lo mejor sabéis por dónde voy).
Jason Blum y su equipo en Blumhouse no son novatos; sabían perfectamente a quién se dirigían. No buscaban el Oscar al mejor guion, buscaban el grito de emoción en la sala al ver una localización icónica del segundo juego, la sonrisa cómplice al escuchar una melodía familiar. Y a juzgar por los primeros datos de recaudación, lo han vuelto a conseguir. El público ha hablado, y su veredicto es radicalmente opuesto al de la crítica. Es la misma dicotomía que vemos en tantos videojuegos: la prensa le pone un 6 y los usuarios un 9. ¿Quién tiene la razón? Pues, si hablamos de negocio y de supervivencia, la respuesta es obvia.
¿El Fin de la Franquicia? Ni en vuestros mejores sueños
Y con esto llegamos a la pregunta del millón, la que da título a este artículo. ¿Es este «fracaso» crítico el fin de la saga cinematográfica de FNAF? Permitidme que me ría. Rotundamente no. Es más, diría que esto no ha hecho más que echarle gasolina al motor. Mientras la taquilla responda de esta manera, tendremos FNAF en el cine para rato. Universal y Blumhouse ya deben tener sobre la mesa los contratos para una tercera parte, donde seguramente exploren los eventos del tercer juego y, quién sabe, si se atreverán con el temido Fazbear’s Fright.
La franquicia FNAF ha demostrado ser a prueba de balas… o, en este caso, a prueba de críticas. Su fuerza no reside en la aclamación universal, sino en el vínculo inquebrantable con su base de jugadores. Ellos son los que compran las entradas, el merchandising y los que mantienen viva la llama. Mientras esa llama siga ardiendo, podemos esperar que la noche en la pizzería más peligrosa del mundo del entretenimiento sea muy, muy larga. Y queréis que os diga una cosa, yo ya he reservado mi entrada para la tercera.

